REVISTA EN GÉNERICO NÚMERO 31

omo dice de forma acertada el refrán: «de salud, fútbol y medicina, todo el mundo opina». Sin embargo, ¿y si esa opinión no es una opinión?, ¿y si esa opinión incita a llevar a cabo acciones al público que pueden tener una repercusión negativa so- bre su salud? ¿Dónde está el límite entre opinar e incitar a consumir o a tomar una decisión peligrosa? Muchos farmacéuticos nos hemos hecho esas preguntas recientemente al abrir nuestras redes sociales y toparnos con los “consejos” sobre medicamentos, alegremente regalados por personas que, no solo no tienen formación sanitaria, sino que cuentan con audiencias de cente- nares de miles de personas. Estos nuevos prescriptores digitales no son otros que los llamados influencers . Al peligro de recomendar medicamentos —muchos de ellos sujetos a prescripción médica, como antibióticos y corticoi- des— hay que sumarle el hecho de que, por lo general, parecen estar obcecados en no dar una al derecho. Paracetamol como antiemético, corticoides para curar tatuajes, mupirocina para los piercings … son solo algunas de las recomendaciones recogidas en las redes sociales. Hace unos meses saltó la alarma en redes sociales, después de que una conocida bloguera hiciera un unboxing (mostrar un producto a sus seguidores) con varias cosas, entre las que se encontraba un antibiótico. Los profesionales sanitarios pusimos el grito en el cielo y algunos decidimos recopilar los casos (algo más frecuentes de lo que creíamos). Informar, asesorar y formar Nuestro papel como farmacéuticos consiste en asesorar sobre el correcto uso del medicamento. Dentro y fuera de la farmacia. Por eso, es nuestro deber sani- tario denunciar este tipo de prácticas a la autoridad competente. Y así lo hicimos: conseguimos que el Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CG- COF) trasmitiera al Ministerio de Sanidad nuestra preocupación por esta práctica. Este, a su vez, consideró necesario filtrar este tipo de contenido en redes sociales y pidió a Google que borrase los vídeos. Es un (primer) paso importante, pero no debemos quedarnos ahí. Mientras tanto, los farmacéuticos activos en redes sociales nos hemos ocupado voluntariamente de intentar desmentir todos estos bulos, o contrarrestar esta información, advirtiendo siempre de que, ante cualquier duda sobre un medicamen- to, hay que acudir a las farmacias. Cada está colaborando como puede: vídeos explicando efectos adversos, infografías resumiendo por qué es necesaria una receta, entradas de blogs rebatiendo prácticas absurdas… O, simplemente, compartiendo esa información con sus contactos. Algo sencillo que ayuda a paliar este problema y, de paso, visibiliza el papel y el conocimiento del farmacéu- tico, y la importancia del uso racional del medicamento. Porque lo que ha ocurrido con los influencers es otro síntoma de la trivializa- ción del medicamento que vivimos a nivel social: la versión moderna del «tómate esto para la cabeza que a mí me va muy bien». Otro ejemplo del «todo vale para todo el mundo» que vivimos con ciertos medicamentos. Recomendaciones sin fundamento —muchas de ellas peligro- sas— en las que el emisor no repara en la existencia de posibles efectos adversos en quien le haga caso. Eso ya es proble- ma suyo, dicen. Y de los farmacéuticos, que nos toca repetir una y otra vez en el mostrador «para esas toallitas se necesita receta» ante el asombro (o cabreo) del paciente. Por eso, es tan necesario educar a los pa- cientes en la farmacia como informarles a través de estos nuevos canales. Porque los tiempos cambian, pero algunos proble- mas siguen ahí: cambiando y adaptándose a esos nuevos tiempos. LO QUE HA OCURRIDO CON LOS INFLUENCERS ES OTRO SÍNTOMA DE LA TRIVIALIZACIÓN DEL MEDICAMENTO QUE VIVIMOS A NIVEL SOCIAL GUILLERMO MARTÍN Farmacéutico en Twitter @FarmaciaEnfurecida REDES SOCIALES La responsabilidad a la hora de difundir mensajes de salud C c omunicación www.aeseg.es | 27 NÚMERO 31 | ABRIL 2020

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