en genérico
marzo 2018
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en genérico
c
ultura farmacéutica
VIDA Y SALUD
Vías
paralelas
Y
a ves, amiga bronquitis. Es ir en
el Cercanías y elevar la mirada.
Allí donde está el lienzo azul, sin
ningún borrón velazqueño. Es cerrar por
un momento las ‘Vidas Paralelas’ de
Plutarco. Y mezclar, sin razón aparente,
las vías del tren con el arte de gobernar;
los recuerdos de ayer mismo, con los
genéricos y los seres más queridos.
De Teseo a Otón
Gobernar, gestionar, mandar, decía. No es
nada fácil en el patio de las 17 corralas.
Quizás en una sola tampoco lo sería.
Pero, qué delicia pensar, con permiso de
Plutarco, en un Teseo que acabe con los
días del minotauro de la insostenibilidad
del sistema.
Dónde habrá un Alejandro para cortar el
nudo gordiano de la inequidad. En esta
piel de toro, donde tanto abundan los
catones y cicerones, no es de echar en
falta algún enérgico Licurgo o un Julio
César que dicte con clemencia y mime a
los médicos. No nos dio Pericles un siglo
de gloria hasta que se lo llevó la peste.
Dónde se esconde algún Cayo Graco para
hacer más dulce la vida de la plebe. Sin
pensar, quizás, que el fármaco que no llega
es como aquel puñal del esclavo amigo. O
como Otón, que supo gobernar con juicio
durante solo tres meses, hasta que los ger-
manos y la decadencia romana le obligaron
a apagar la luz de sus días. ¿No será la
Pax
Americana un remedo de la
Pax
Romana,
en espera de la
Pax
China?
Decidido y humano
Bueno, bronquitis, aciertas; que de re-
sabidos la Antigüedad y el mundo están
llenos. Dejo a Plutarco, pero deja que deje
yo también un poco la tos y manosee por
un momento la acetilcisteína de marca
que me dieron en la calle Mayor, ayer sin
ir más lejos. «No tenemos genéricos», me
dijo el atento dependiente, con uno de
esos pijamas de colorines que se ven en
las series de médicos.
Pero no me dejes hablar de mí. Quiero
acordarme de los que ahora también
hacen de nuestro entrañable sistema
sanitario obra de grandes hombres
y mujeres. Como el cirujano que sajó
buena parte del hígado de mi media
naranja, allá en el Puerta de Hierro,
hace escasas calendas. Capaz de unir
vocación y ciencia al talento, para que
el susto y el tumor solo sean hoy un
abrupto recuerdo.
La más dolorida de las saludes
Y, si me lo permites, entre mis expecto-
raciones y el pañuelo, también quisiera
hablarte de mi único vástago, que lo es
del amor y no de la sangre. Y de los mé-
dicos, enfermeras y celadores que desde
hace meses se desviven para ahuyentar
la más negra sombra del trastorno, a
un metro de su cabeza. Que no hay más
dolorida salud que cuando la del alma
se queja. Ángeles en bata, consagrados
a sacar la piedra del estigma, en una
pequeña localidad serrana. Al abrigo de
otros nigromantes, con muchos años de
carrera y muy poca conciencia.
Más vagones
Sí, ya sé que le echarás la culpa de mis
desvaríos a los senos paranasales de mi
frente o a la fiebre, pero dame la razón,
por una vez. ¿No habría que inventar
una clase preferente para estos seres
humanos que nos mejoran el cuerpo y
la mente? No sería necesario sumar más
vagones con genéricos a esta locomotora
que nos lleva tarde a Nuevos Ministerios.
¿No sería tiempo de cruzar todos los
rubicones de la salud? Y, si fuera posible,
hacerlo antes de que nuestra sanidad
pase a vía muerta o descarrile.
Vale, no insisto, no me hagas volver a
toser.
“¿No habría que inventar
una clase preferente para
estos seres humanos que
nos mejoran el cuerpo y la
mente?”
Luis Ximénez
Responsable de AgenteX,
información en salud.
en Twitter: @agenteximenez